viernes, 7 de septiembre de 2012

Doña Dddass Anatnas

Falleció en La Regenta antes de nacer a los -1 años de edad

La iluminación empezó a surgir entre los orificios de una tela desbastada por el paso de los años,  el ambiente empezaba a cobrar vida tras la penumbra de éstas.  Mientras tanto, los artistas se preparaban para entregar su alma a un público ansioso de vivir nuevas experiencias.
Una función más, en el mismo escenario, con las mismas personalidades, lo único que cambiaba era el público que, día tras día, esperaba contemplar un espectáculo de unas dimensiones nunca conocidas en el contexto local de esta provincia.
Con la mirada anclada en el escenario y sin más introducción, el telón empieza a deslumbrar un escenario neutro y  solitario. Al cabo de unos minutos, de entre los asistentes al espectáculo, se levanta un personaje, que sin saberlo,  se convierte en el protagonista de la función.
Localizado el personaje, ya era momento de aparecer en escena la primera función. Con una mirada inocente e incrédula, un trapecista comenzaba a dar saltos de un lado al otro del recinto. Los espectadores con su mirada dibujaban una forma que se asemejaba a la letra A. Cuando el trapecista había dibujado tres veces la misma letra, se detuvo y entro a escena otro artista.
El nuevo trapecista se dedico a repetir lo mismo, pero con una pequeña variación, dibujando con sus movimientos la cuarta letra del abecedario.  Por último, entró a escena un nuevo trapecista dibujando  éste dos veces la vigésima letra. 
En el escenario, los tres trapecista y el personaje elegido entre los espectadores. Mientras los trapecistas preparaban el decorado necesario para desarrollar la función, el personaje empezaba a presentarse al público.  Entre todo lo que dijo, lo único que conmovió fue que él no era de la compañía, que de verdad era del público.
Al cabo de unos minutos desapareció del escenario. El personaje era de una estatura media; el pelo largo; de una especie ambiguo y de un saber estar  muy poco habitual. Por lo que, empezó a crear cierta desconfianza entre los espectadores, que no se creían nada de lo que había contado.
De entre el público se oye un grito de desesperanza, los espectadores enloquecen, corren hacia la salía y el recinto queda vacio. Al canto de las seis letras que los trapecistas habían dibujado  reaparece muerto en su asiento.

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