En un tiempo atrás, en la orilla de las cristalinas
aguas del meridiano en un puerto lleno de cabras con mirada siniestra y
perturbadora. Apareció una diminuta balsa portadora en su interior de un cuerpo
medio moribundo cubierto de sabanas de clichés. Un pequeño retoño aferrado en un último suspiro un extraño
artilugio negro.
Milagrosamente y ante todo pronóstico nuestro
querido naufrago consiguió sobrevivir. Gracias, a los cuidados de las gentes
del pueblo quienes lo salvaron a base de una misteriosa dieta oriental de
queso, gofio, carne de cabra y a la calma del viento inhóspito del lugar.
Recuperado nuestro pequeño y afianzado siempre al
extravagante artilugio, la única herencia de su verdadero origen, fue creciendo
ante las miradas de todos. Cada año de su vida en el pueblo lo compartía en el
seno de una familia distinta, pues los habitantes tenía unos humildes ingresos,
y habían llegado al conceso de turnarse todos los años el cuidado del naufrago.
Así pasaron sus primeros años de vida, sin pertenecer
a una familia pero sintiéndose rey de todo. Pasaba los días y las noches
observando todo a su alrededor y captando de forma convulsiva cada momento con su artilugio negro, explorando
los más recónditos lugares, leyendo los grandes clásicos de la literatura y del
arte. Cuando terminaba su periodo de
convivencia con la familia les regalaba como recuerdo, un libro donde se
recogía todos los momentos vividos, en unas estampas en blanco y negro que
capturaba a través de su artilugio negro.
Pero a medida que florecía, las gentes de lugar se
preocupaban cada vez más por su estado mental, tenían la certeza que se estaba
volviendo loco. Pues con los años sus incipientes actitudes artísticas e
intelectuales, aumentaron, además le encantaba escribir obras de teatro, a las
que el llamaba algo así, como happening o performance, obligando al pueblo a actuar y disfrazarse con
él. Conjuntamente había desarrollado un
trastorno compulsivo que le lleva a ingesta una gran cantidad de leche, y así
como el síndrome de Diógenes donde acumulaba solo botes de tetrabrik. Llegado a
este punto, donde se le suma su manía de ir
aras del cielo y el suelo.
El pueblo que antaño lo acogió en su seno no pudo
más con sus extravagancias artísticas, así que decidieron reunir un poco de
dinero entre todos, y pagarle uno de sus grandes sueños, ir a explorar el gran
abismo del arte.
Contento de poder cumplir su sueño se embarco en el
barco La Regenta, junto a su fiel perra Prada, rumbo a explorar el incierto y
sublime mundo artístico. Pero el destino no quiso que llegara a buen puerto, pues
en una noche de tormenta al igual que llegó aquel extraño pueblo de cabras con
miradas apocalípticas, nuestra embarcación naufrago sin poderse salvar esta
vez. Dejando solo tras de sí algunos pequeños fotogramas de recuerdos. Indignado
de fallecer antes de cumplir su gran sueño, decidió volver en forma de espíritu
para explorar por las tierras su anhelo artístico. Su primer destino sería
aquella arquitectura nombrada igual que el ataúd de su final destino.
Proyecto de Papel Engomado Nº 0.25
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